El auditorio del Sodre, ubicado en el centro de Montevideo, con su grandioso techo alto y piso de mármol negro, es un lugar extraño para encontrar tres payasos deambulando de arriba abajo, convirtiendo el sofisticado espacio en una especie de parque infantil. Los clowns se deslizaban una y otra vez por las barandas de las escaleras cubiertas por una alfombra roja, corriendo en dirección contraria a la de las escaleras mecánicas. La escena parecía un tanto surrealista, pero eso era precisamente parte del propósito: provocar alegría en cualquier parte. Es parte de la misión de la fundación SaludArte llevar arte y humor a espacios no convencionales para promover la salud de la población. Ese día de primavera, dicha organización participó en la muestra de fotografía y escultura «Historias de Mujeres», un evento enmarcado en el mes de lucha contra el cáncer de mama, organizado por el grupo de pacientes del Hospital Pereira Rossell “Honrar la vida”. La actividad incluyó también una disertación sobre los tratamientos de la enfermedad y una interpretación musical.
Era imposible dejar de reír al ver a los payasos mezclarse con los empleados del teatro, los visitantes y la gente que iba llegando al evento. Oscurito, uno de los payasos, logró mantener un buen rato la mirada risueña de un grupo de veinte adolescentes a través de sus extravagantes ocurrencias. La presencia de una pelota plástica provocó un partido espontáneo de fútbol en el vestíbulo, en el que todos participaron. Mientras el evento estaba por comenzar y la gente empezaba a concentrarse en el perifoneo del auditorio, uno de los payasos produjo una gran bola con un tul rosado. Esto creó innumerables posibilidades para jugar. Los payasos plantearon un “dígalo con mímica” al público, que estaba compuesto sobre todo por mujeres, vistiéndose de muchas formas distintas con la tela rosada. Luego, convirtieron esa bola de tul en un bebé y lo hicieron circular por el público, charlando con las mujeres sobre la renovación de la vida y el milagro de estar vivos/as. Luego el tul se convirtió en un velo nupcial, un vestido, alas para volar. En ciertos momentos los payasos se desplazaron del frente al fondo del perifoneo con el gran trozo de tela pasando por encima del público, como una gigante burbuja rosa que lo abrazaba de forma protectora y sutil.
La manera de comunicar del clown es básicamente emocional y su alegría es contagiosa. Tal vez por eso fue llamativa la excelente disposición con que la gente se unía a los juegos improvisados de Oscurito (Eugenio Costa), Rita Herrera (María Dipaola) e Inciencio Kspitas (Ignacio Raganini), participando y charlando con ellos de cosas absurdas con la mayor naturalidad.
Un grupo de mujeres mayores arrulló y acunó suavemente a ese bebé de tul rosado tan tiernamente como si fuera un recién nacido, una joven se puso colorada al celebrar su boda imaginaria con un payaso, otra mujer resolvió adoptar a ese bebé para honrar y cuidar su vida. Desde los más jóvenes hasta los mayores, los payasos se conectaron con todos/as los/as presentes desde la inocencia, el asombro y la imaginación, sacando lo mejor de cada uno/a. Esos personajes coloridos, tiernos y entrañables, convirtieron el lugar de la actividad en un espacio de juego y exploración, donde iban viendo qué pasaba en cada instante, potenciando y haciendo circular el asombro, la alegría, la creatividad y la afirmación gozosa de la vida. Para hacer reír a una audiencia hay que tener una gran capacidad de reírse de uno mismo, poder sentirse feliz en escena, experimentar placer por lo que se hace, estar en el aquí y el ahora y jugar sin expectativas, exactamente como se dio en esa oportunidad.
Definitivamente, como dice la canción de Víctor Heredia, merecer la vida, no es callar…es una virtud, es dignidad y es la actitud de identidad más definida, porque no es lo mismo vivir que honrar la vida. Fue un placer conectarnos desde el corazón, desde la vulnerabilidad y humanidad del clown, con esas mujeres y hombres admirables, comprometidos con una causa tan importante como la lucha contra el cáncer.
Esa hermosa tarde de octubre renovamos el asombro ante la magia de la existencia.
Montevideo, 20 de octubre de 2015